Eramos dos críos jugando a resolver los acertijos que yo mismo inventaba y escribía, en el 221B de Baker Street. La señora Hudson, nuestra canguro, nos preparaba té con leche y unas deliciosas galletitas con sésamo. Allí pasamos las tardes, jugando a la ciencia de la deducción.
- ¿Qué nos has escrito hoy, querido Watson?
Sherlock sopló su pipa de pompas de jabón mientras yo abría mi pequeña libreta de acertijos literarios.
- Leo sin pausa, amigo Sher.
Oculto
Un estruendo metálico en sus oídos lo paralizó. El incesante bombeo de su corazón no le permitía oír una respiración ajena, oculta en la cocina."
- Gran enigma, compañero, pero fácil de resolver. "Se despertó y olió la sangre al instante"... Al remarcar que olió la sangre al instante señalas su gran sentido olfativo, "salió de la habitación", no hay extrañeza ni confusión, el sujeto sabía donde se encontraba, probablemente en su casa... Esto es muy interesante: "dio doce pasos", contabiliza sus movimientos, de nuevo "gira a la izquierda", el gran detalle: "la luz estaba encendida", queda claro que no fue él quien la prendió, es decir, que no le hacía falta luz para andar por su casa, "Sin embargo al girar a la izquierda se golpeó con la esquina de la mesa del comedor"... Está claro, Watson.
- ¿Si?
- Pues claro.
Sherlock sopló de nuevo su pipa de juguete y prosiguió con su acertada elucubración.
- El sujeto es ciego, y no está solo. Alguien ha entrado en su casa y ha movido la mesa. Y aquí se redondea la cuestión: "Gus no ladró", su perro lazarillo, sin duda. "Un estruendo metálico, y una respiración ajena en la cocina". Me temo, joven Watson, que un ladrón ha entrado en casa del pobre invidente, ha asesinado a su perro, y al oír acercarse al inquilino, su arma homicida se le ha caído al suelo, un cuchillo, no cabe duda.
- Elemental, querido Holmes.
- Eso lo debería decir yo.
- No lo veo diciendo algo así en las novelas que escriban sobre usted.
- Quizás si, en las series y películas basadas en dichas novelas.
- Si, caracterizado en pantalla lo veo más diciendo ese tipo de cosas...
- Elemental, querido Watson.
...
- Fantástico, amigo Sherlock. Dio usted en el clavo en todo, menos en un pequeño detalle...
- Siempre se escapa algo, siempre...
- El inquilino era ciego, y el asesino... sordo. El cuchillo se le cayó sin más, no por oír al dueño de Gus. Si se hubiera percatado de su presencia se habría aferrado con más fuerza al mango del arma, y no hubiera tardado en sorprender y acabar también con la vida del invidente.
- Cierto, Watson. ¿Que ocurrió después?.
- Ese enigma es indescifrable, pero por probabilidad, no acabó nada bien, en absoluto, para ninguno de los presentes.
...
Y así pasamos una tarde más, jugando a la ciencia de la deducción, resolviendo acertijos, disfrutando como dos críos en la inmensa niebla del misterio.
Fin