En aquella dimensión, la claridad sintética iluminaba el espacio, a pesar de que se encontraban en plena fase nocturna.
Amatrón ordenó el aterrizaje. Cinderela se mantuvo quieta para que la nave se posara sobre ella de manera suave, sin riesgo de accidente.
Se abrieron las compuertas de la base lunar y Bergaria, la nave de Amatrón, se introdujo en la zona oscura, esta vez sin enfundarse la capa protectora sugerida por el protocolo de inmersión.
Era la primera vez, tanto para Amatrón como para Cinderela, que se embarcaban en esta clase de misión.
La tripulación de Amatrón se había preparado toda la vida para alcanzar su objetivo en esta cruzada. Lo más probable es que solo uno de ellos llegara hasta el final, y cumplir así su destino de evolución, en el interior de la cúpula de Orión.
Las maniobras que realizaba Amatrón con Bergaria en la zona oscura no podían ser satisfactorias sin el buen rendimiento de Cinderela. Ambos al unísono, en una coreografía inspiradora, una danza de movimientos sumamente precisos.
Actuaban interconectados por sus sistemas y arterias de canalización. Un intercambio de flujos y energías. Encajando de manera perfecta sus piezas más sensibles, para que, llegado el oportuno clímax, diera inicio la carrera sin tregua de los tripulantes de Amatrón hacia la conquista de la deseada cúpula de Orión.
Tras completar el ciclo de traspaso de información sensorial, llegó el susodicho clímax. La zona oscura albergaba un penetrante túnel. Los tripulantes fueron expulsados a una velocidad vertiginosa por el conducto principal de Bergaria.
Cruzaron el primer umbral hacia la caverna más profunda. En las entrañas de Cinderela se libró una encarnizada competición por lograr traspasar la meta final. La mayoría de los soldados intergalácticos perecieron durante la travesía, y de los pocos que quedaron con vida, solo uno venció, agrietando e introduciéndose por la gruesa barrera que cubría la cúpula de Orión.
Enorme esfera de información y vida, lugar en el que los elegidos retornarían del vacío a la materia.
La fase de transformación del ser merecedor de tal dicha había dado comienzo.
Amatrón y Cinderela celebraban haber alcanzado su objetivo. Una nueva misión le sería encomendada, al concluir su odisea, al nuevo ser, una vez fuera expulsado del vientre de Cinderela al exterior. En una recóndita dimensión, tras nueve milagrosos meses, en el interior de la cúpula de Orión.
FIN